Una de las grandes apuestas que tuvo el Festival de Viña del Mar, fue la comediante colombiana Alejandra Azcárate, quien fue responsable de llevar el humor a la Quinta Vergara, en una noche que fue redonda para ella, pues logró hacer reír al «monstruo», ganándose la Gaviota de Plata y Gaviota de Oro.

Sin embargo, y pese a llevarse todos los premios, la humorista no lo ha pasado bien tras su paso por el certamen viñamarino. Incluso a sólo días después de su presentación, hizo una sincera reflexión en su cuenta de Instagram.

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«En el camerino recé de rodillas, encendí una vela blanca y me encomendé a mis muertos porque sabía que si la función salía mal, pronto estaría a su lado. El fracaso en la Quinta Vergara habría sido el final más indigno de mi carrera y la instantánea sepultura a tantos años de esfuerzo. Salí dudando de cada letra del guión que escribí y desconfié hasta de mi memoria», fue parte de la declaración que le hizo a sus seguidores.

En el camerino recé de rodillas, encendí una vela blanca y me encomendé a mis muertos porque sabía que si la función salía mal, pronto estaría a su lado. El fracaso en la Quinta Vergara habría sido el final más indigno de mi carrera y la instantánea sepultura a tantos años de esfuerzo. Salí dudando de cada letra del guión que escribí y desconfié hasta de mi memoria. El recorrido hacia el escenario fue infernal, los pasos eran largos pero sentía que no avanzaba, la gente alrededor me miraba como si fuera un cadáver en perspectiva ya que en silencio sabían que el público estaba esperándome para devorarme sin la menor piedad. Hace veinte años no se presentaba una artista extranjera sobre ese escenario en la categoría de monólogo teatral porque la última experiencia había resultado nefasta en cabeza de una gran actriz española quien fue abucheada a los ocho minutos sin compasión alguna. Al son del rock que uso al inicio para abrir el espectáculo, salí ahogada de la angustia, saludé temblando y tuve un comienzo muy tibio sin el menor control histriónico. Sobre el minuto siete pensé mentalmente: “Dios, entrégamelos”. Sabía que si el silencio y la parsimonia de los espectadores continuaba un poco más, la catástrofe sería inevitable. Lancé una premisa contundente, oí las primeras risas y a partir de ahí supe que mis enemigos se convertirían en mis cómplices durante los cuarenta y cinco minutos restantes. Sentí que volaba sobre el escenario, actué con aplomo, la conexión mutua fue total y el resultado inesperadamente apoteósico. Haber visto semejante ovación, treinta mil personas de pie aplaudiendo en Viña del Mar y moviendo los brazos pidiendo que me dieran las gaviotas, es una imagen que jamás olvidaré y que le agradeceré por siempre a Chile. Sin embargo hoy mi real premio es saber que fui capaz, que traspasé mis propios límites, que puse a prueba mi valor, que desafié mi mente, que expuse toda mi fragilidad con coraje y que vencí entre lágrimas al peor monstruo, el miedo. A mis seguidores, gracias por disfrutar mi profunda felicidad. A mis detractores, “bon appétit”. Foto: @alejomateus1

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Pero esto no fue todo, ya que en una entrevista con el diario Las Últimas Noticias, Alejandra habló sobre cómo fue su experiencia en el festival. «Salí en un estado de profundo pánico. Es brutal enfrentarse al público más exigente y robusto de Latinoamérica», primero aseguró.

Para luego agregar: «Ha sido una sensación extraña. Por un lado una felicidad profunda ante el enorme logro, por otro una extrema sensibilidad. De hecho he llorado mucho».

No obstante, fue tanta la presión que sintió que incluso se enfermó: «Y sumado a eso llevo dos días en cama sin fuerza alguna. Se me bajaron las defensas seguramente después de tantos días de angustia, presión y estrés», concluyó.